Me despedí de Roma a bordo del taxi de un hombre sonriente y amable que se llamaba Gianni. Cuando bajé del auto, me dijo que, en español, su nombre quería decir 'Juanito' y me movió la mano diciendo arrivederci.
Luego buscar el tren, una loca que cobró 5 euros por cargarme las maletas sin que se lo pidiera (le deseo una amarga navidad) y luego canalizar el enojo escribiendo.
Mejor olvido el pequeño incidente y pienso en Florencia.
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