sábado, 28 de noviembre de 2009

(sin título)

Se me olvidaba que existen los amores secretos.

Tampoco me acordaba de:

  •        Las maripositas en la panza.
  •        Los (casi) celos absurdos de que bese a alguien más (aún cuando uno también tenga pareja).
  •         Los chistes malos provocados por los nervios.
  •     Las miradas (que te cacha o te devuelve sin desviar la cara) que te hacen bajar la cabeza por la amenaza de que se dé cuenta de que tu corazoncito brinca por él de vez en cuando.

Se me habían olvidado, ya desde hace mucho, esas esporádicas fascinaciones (que uno guarda y no le dice más a que a una que otra persona) que pueden provocar esos afectos que uno sabe irrealizables. Son –simplemente– imposibles, indeseables. Se gozan porque no rebasan el plano de lo imaginativo. Son divertidos porque no requieren esfuerzo alguno para ‘hacerlos evolucionar’. Son optimistas porque nunca acarrearán reclamos ni sueño rotos. Basta con el cosquilleo y las sonrisas de vez en cuando. Ni siquiera se espera que evolucionen. Causan placer de sentirlos así, lejanos y con el futuro clausurado. No le roban el amor a alguien más, no confunden, no hacen sufrir y no arruinan la relación de los involucrados.

Se me olvidaba que existen los amores secretos, las tontas ganas que dan de escribir sobre ellos y las preguntas que flotan intermitentemente para saber si el otro también sonríe traviesamente ante un saludo mañanero al que, sin embargo, jamás se le permitirá cobrar demasiada importancia.  

lunes, 23 de noviembre de 2009

Dios también tiene sentido del humor

Creo que Dios acaba de jugar conmigo. Quién sabe, a lo mejor ni era él.

Ayer, como a las dos de la tarde, estaba en el gimnasio de J. Todos se preparaban para la inauguración de hoy: los albañiles daban los toques finales a paredes, el ingeniero terminaba de armar los aparatos y los socios revisaban el funcionamiento de la instalación eléctrica. Mientras los adultos responsables –los socios del negocio– supervisaban a los trabajadores, yo escribía mi texto sobre la película de Anticristo y blasfemaba sobre lo que la sociedad impone en los hombres con la creación del concepto del mal. Anotaba, apoyándome en Nietzsche, que –al igual que el orden moral del mundo– la utilización del nombre de Dios funge como manipulación, medio de control y deshumanización. Los hombres, pienso, también somos malos. Pero ocultamos a ese ‘otro’ –que despreciamos– pretendiendo que no es parte de nosotros (como en Dr Jekyll and Mr Hyde, pues). No hablaré más sobre eso, estoy en proceso de escribir un ensayo de diez cuartillas para darme a entender mejor y explicarlo en este post sería, por demás, desgastante.

El punto es que, cuando inició la anécdota que estoy a punto de platicar, estaba escribiendo un debraye sobre el bosque de la película de Lars Von Trier como un escenario del diablo en lugar de ser un espacio creado por Dios. Acto seguido, llegó un sacerdote y empezó el mal chiste del día.

Me levanté para acompañar a los presentes frente al hombre que, segundos más tarde, bendecería nuestro trabajo, nuestras palabras y nuestros pensamientos (si supiera...). Luego, para mis pulgas, expresó que sólo aquellos que amen y teman a Dios, obtendrán el bien (yo pienso: Qué razón tenías Friedrich). Finalmente, el sujeto de la blanca sotana caminó esparciendo agua bendita por paredes recién pintadas y espejos recién colocados. Casi pegué un grito cuando ví que mi libro de El Anticristo fue humillado bajo las gotitas que la sacrosanta figura lanzó contra él. Al contemplar esta última imagen, comencé a reírme. No supe de qué otra forma reaccionar.

Me pregunto si me iré al infierno por tener estos infames pensamientos mientras un religioso difundía la palabra de Dios en mi presencia...

jueves, 19 de noviembre de 2009

El nuevo sueño guajiro

Hoy me enteré de que la composición y procedencia del 90% de la materia que conforma nuestra galaxia es un misterio para el hombre. Lo único que los expertos conocen sobre ella es el efecto gravitacional que ejerce sobre la materia que sí es visible y, por ende, sobre la velocidad de rotación de la galaxia. No podía creerlo. Mi egoísta condición humana me impedía concebir que prácticamente somos basura para la Vía láctea (no exagero, así puede ser calificado el Sistema Solar por la posición que ocupa) y que no conocemos casi NADA de lo que no está frente a nuestras narices. Para variar, me traumé y éste es el nuevo dato curioso que le he platicado a todas las personas con las que he hablado desde que salí del Instituto de Astronomía de la UNAM.

Llegué mentando madres por la falta de estacionamiento y porque tuve que caminar mucho para llegar hasta la oficina de Bárbara Pichardo. Cinco horas después del ‘curso (mega) intensivo’ que me dio, salí preguntándome si estudiar comunicación fue la decisión correcta. Después dejé de preocuparme. Si Hubble (sí, el del telescopio) fue primero un brillante abogado y luego decidió dejarlo todo por cambiar la historia con sus descubrimientos, yo también podría hacerlo. Total, me queda toda una vida por delante y suficiente tiempo como para estudiar física, una maestría en astrofísica, un doctorado en astronomía y tres postdoctorados en el extranjero...

Aquí otros descubrimientos que me cambiaron la vida:
  • No se sabe por qué los cuerpos se atraen (a pesar de las leyes que existen sobre el tema, se desconoce la razón de por qué lo hacen).
  • No se sabe qué había en el ‘principio-principio’ del universo. El tiempo (¿la historia?) empieza a contarse a partir del diez a la menos cuarenta y tres segundos.
  • Las catapultas y las tomografías son inventos derivados de investigaciones astronómicas.
  • El término ‘años luz’ jamás es utilizado por los astrónomos. Lo usamos los simples mortales porque somos dummies.
  • Nuestro sol es una estrella tan pequeña que jamás será una Supernova y jamás se convertirá en hoyo negro. Terminará como una ridícula enana blanca y formará una nebulosa planetaria.
  • Las únicas imágenes reales que existen de la Vía láctea, son ‘vistas de perfil’. Sólo es posible imaginar cómo se vería ‘desde arriba’ mediante la observación de galaxias que los expertos imaginan que son parecidas a la nuestra y algunas simulaciones.
  • En el futuro, la Vía láctea se fusionará con Andrómeda y el gas se terminará, se formarán muchísimas estrellas nuevas y los hoyos negros de ambas también se fundirán en uno (no, no se morirá nadie ni será el fin del mundo).
  • TODO rota TODO el tiempo (la galaxia, su barra, sus brazos, las estrellas, los sistemas planetarios y TODO lo que los compone) y la velocidad de este movimiento depende de la masa de los cuerpos (tanto de la propia como de la que los rodea).
  • Si no fuéramos desechos (si no estuviéramos tan lejos del centro de la Vía láctea, pues) habría muchas más estrellas que, al pasar cerca de nosotros, alterarían todo el Sistema Solar.
  • Lo impresionante del hoyo negro que está al centro de la Milky Way no es su tamaño como tal (no ‘mide’ gran cosa), sino la masa que posee.

domingo, 8 de noviembre de 2009

¡Fuego!

Es impresionante la facilidad con la que una multitud enloquece cuando alguien grita: ¡Fuego!
De nada sirve pedir calma, informar que las salidas de emergencia están abiertas y que los niños están seguros. De cualquier forma, la gente sale corriendo, ríe nerviosamente y comenta estupideces sobre el humo que escapa de las puertas una vez estando afuera.
Así sucedió hoy en el festival de danza de mi hermana. Mientras unas hermosas princesas levantaban sus manitas –con zapatillas de ballet, tutú y toda la cosa– para bailar al ritmo de El cascanueces, una traviesa llamarada decidió salir a perturbar a todos los presentes. Las luces que iluminaban el escenario estaban por encima de las butacas. Fue ahí donde ocurrió el corto circuito y de donde comenzó a esparcirse el peculiar olor a quemado.
Segundos después, ni rastro de los orgullosos y civilizados padres de familia que antes esperaban a que finalizara el evento para fotografiar a sus muñecas. Mientras se observaban ramos de rosas regados por el suelo, los progenitores antes mencionados subían al escenario para huir con sus primores de aquél d-e-s-a-s-t-r-e.
Para variar, yo me hubiera quedado en mi asiento. Como ya he comentado antes (para hacer referencia a temblores y otros d-e-s-a-s-t-r-e-s), si he de morir, prefiero hacerlo aislada y en mi lugar, a perecer al lado de un grupo de neuróticos desconocidos. Si no hubiera sido porque toda la familia y amigos que asistieron al evento salieron disparados hacia la puerta que estaba a unos metros de nuestros asientos, me hubiera quedado a disfrutar del espectáculo de nerviosismo de todos los que permanecían en los asientos superiores esperando a encontrar su oportunidad de alejarse de esa indefensa llamita anaranjada que hacía de las suyas y se burlaba de los presentes desde las alturas.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Al infinito... Y más allá.

El nuevo trauma se compone de estrellas, planetas, nebulosas, galaxias y polvo. Aunque uno de los principales defectos que le encontraba a las más comerciales películas de ciencia ficción era la elección del espacio sideral como escenario para desarrollar sus historias, hoy no me dejan descansar las perturbaciones que me trae investigar sobre la composición del universo.
Desde que comenzara una línea del tiempo sobre el telescopio (que el jefe me encargó hace como un mes) me he dedicado a catapultar una inmensa cantidad de preguntas a todo medio de comunicación o ser vivo que, considero, podría respondérmelas (Google o un experto de ciencia ficción, pues). Lo peor del caso es que ni siquiera termino de digerir una respuesta cuando ya estoy formulando una nueva duda. Concluyo, entonces, que soy víctima de una terrible enfermedad degenerativa que sólo puede ser denominada como:

‘traumatitis aguda’

Hace más de cuatro años, el choque emocional fue provocado por ‘la muerte del arte’. Luis (creo que mi primer padre intelectual) me metió esa idea en la cabezota y la tuve dando vueltas durante siglos (estoy segura de que eso le pareció a los pobres que ya traía mareados con mis delirios sobre aquel asunto). Además de que de ahí en adelante todos mis trabajos eran argumentaciones sobre tema, discutía con media humanidad intentando hacerles ver que ahora el arte es sinónimo de comercio. Por supuesto, nadie me creyó.
Luego me traumé con Marx, con lo real maravilloso, con Barthes, con la Escuela de Frankfurt, con la simulación, con el psicoanálisis, con el deseo, con el superhombre y, finalmente, con Villoro. De todo eso he escrito y sobre todo eso se han manifestado mis síntomas de traumatitis: comprar libros a lo idiota (sobre el tema de moda, obviamente), pelearme ferozmente con los detractores, pláticas de horas (y café) con S., y devorar información de todo especialista que se atravesase en mi camino. Sin embargo, lo triste de la enfermedad es que, con la misma rapidez con la que se me empiezan a acelerar el cerebro y las pasiones, tiendo a olvidar el conocimiento sobre el que antes me avorazaba... Se pierde –supongo– en algún lugar de donde prácticamente no vuelve a salir.
Hace unos días, la obsesión era la Luna. Como Calígula, yo también estaba (¿sigo?) enamorada de ella; yo también quería poseer lo imposible. La única razón por la que me ahorré un post sobre el tema (obvio le traía ganas desde que terminé de leer la obra de teatro) es porque excederme en el debraye sobre la angustia, la locura y la existencia nada más hubiera terminado por agravar mi traumatitis.

A partir de ayer, el trauma se llama Vía Láctea.
Síntomas de mi incurable enfermedad:
  • Estudiar (de ‘pe’ a ‘pa’, diría, mi abuelita) programas especiales de History Channel.
  • Atacar a A. durante toda una comida para que me explique la vida y muerte de las estrellas (y por qué los protagonistas de Star Trek no flotan cuando están en una nave).
  • Preocuparme pensando cuáles serán los libros que consultaré cuando pase a otra etapa de la investigación.
  • Actualizar mi twitter con cuanto dato curioso se me aparece.
  • Escribir un post sobre el nuevo debraye que me llena la cabeza con polvo de estrellas, miedo a que nos devore el hoyo negro que está en medio de la milky way y cuestionamientos sobre si podemos o no, ser absorbidos por una galaxia cercana a la nuestra.