Recorrí sus puentes sintiéndome extasiada por tanta belleza. Caminé durante seis o siete horas y no podía dejar de mirarla; de perderme en sus calles viejas, estrechas y con las banquetas cubiertas de nieve.
Me tomé muchas fotos, pagué varios euros por entrar a los museos más famosas de la zona y me quedé parada un rato frente a las tumbas de Galileo, Miguel Angel y Machiavello.
También me di tiempo para extrañar; para pensar en todas las personas que me encantaría que estuvieran conmigo.
Mañana, a ver El David. Hoy, a emborracharme con el vino que compré frente a Baptisterio en que bautizaron a Dante.
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