jueves, 21 de junio de 2012

"Salaam Alaykum"


['Salaam Alaykum' es un saludo árabe 
que quiere decir 'vengo en paz']


I.
Me resultaba imposible imaginar cómo sería Jordania. No sabía nada de su paisaje desértico ni de su infinitud de casas de piedra caliza. No sabía de las sonrisas de los jordanos ni de la belleza del alfabeto árabe.
Aterrizamos en Amman a las seis de la tarde. Nos recibió un hombre joven llamado Ali. Dijo que llevaba sólo tres meses estudiando español pero se comunicaba con nosotros con una facilidad que nos hizo creer que llevaba años de práctica. Fue el primero de muchos jordanos que se dirigió a nosotros en nuestra lengua materna.
Alí nos dejó en manos de un chofer que nos llevó al hotel y, desde cuya camioneta pudimos observar la desaparición del sol en medio del desierto. Nunca habíamos presenciado un espectáculo similar. Desde aquel camino pudimos apreciar, a simple vista, la masa incandescente antes de perderse tras el horizonte. 

II.
En Jordania se bebe limonada con menta. Es fresca y dulce, ideal para acompañar un tazón de yogur con pepino y un plato de carne de cordero sobre una cama de arroz.
En una mesa jordana siempre hay sandía de postre. Lo común es acomodar trozos triangulares sobre un platón con hielo y luego servir a los comensales. Algunos fuman hookah de sabores para acompañar la fruta. Otros beben café.
El café árabe tiene un sabor muy peculiar. Sabe a desierto y a bienvenida. Huele a generosidad. Siempre se sirve en poca cantidad, es gratuito y se le ofrece a los viajeros para simbolizar una buena disposición al recibimiento.

III.
Amman es del color de la arena. Las azoteas de las casas no poseen superficies uniformes, sino varillas que rebasan los techos. Nasser nuestro guía dijo que las irregularidades obedecen a que, cuando un hijo se casa, el padre suele ofrecerse a añadir un nuevo piso a la casa para que el matrimonio se mude ahí mientras consigue recursos para formar su propio hogar.
En las calles de Amman desfilan misterios femeninos cubiertos por mandiles o burkas. Los primeros son utilizados por las mujeres que sólo buscan ocultar su cabello y los segundos por las musulmanes radicales que sólo dejan sus ojos a la vista. La decisión de lucir uno u otro depende de cada mujer, de lo apegada que se sienta a su religión. A nosotros se nos explica que, en realidad, la función del recubrimiento es proteger del calor.
Los hombres también se cubren la cabeza. El pañuelo que llevan se llama kufiyya y está coronado por un aro doble de color negro. Las kufiyya rojas son jordanas, las negras palestinas y las blancas para eventos de gala o aquellos que ya visitaron La Meca. Nosotros volvimos a casa con una kufiyya roja. Fue un regalo que nos hace sonreír ahora que estamos tan lejos de ahí.

IV.
Los matrimonios entre musulmanes pueden ser muy duraderos. Mousa un taxista que nos guió por la ciudad durante el último día de nuestra estancia nos dijo que un creyente del Islam no mira a otras mujeres siempre que haya paz en su hogar. Dijo que a un musulmán le gusta cuidar a su mujer porque ésta también le cuida.
Para la mirada occidental, la desigualdad entre hombres y mujeres practicantes del Islam es evidente. Por ejemplo, mientras que ellos pueden divorciarse a través de la palabra (decir: "me divorcio de ti", es suficiente ante la ley), ellas deben acudir a un juez y señalar las causas del divorcio. Una vez finalizado el trámite, ambos pueden volver a casarse sin problema alguno.
Los árabes aprueban el matrimonio entre hombres musulmanes y mujeres que practiquen otra religión. Sin embargo, hay una cláusula que debe cumplirse: el hijo de ambos deberá ser educado bajo la ley islámica. Las musulmanas, en cambio, sólo pueden casarse con varones que, como ellas, guíen sus vidas por el Islam.
Según Mousa, las familias prefieren tener hijas en lugar de hijos. Todo el mundo sabe que cuando los varones forman su propio hogar, visitan a sus padres una vez cada dos o tres años. Las hijas, en cambio, tienen la obligación de volver al menos una vez al mes. Para el infortunio de Mousa, él y su esposa -con la que lleva 25 años de casado- sólo tuvieron cuatro varones.

V.
El árabe es el idioma oficial de Jordania. La segunda lengua es el inglés porque el país estuvo dominado por los británicos hasta 1946. Hasta antes de la independencia, el control de la nación perteneció a los turcos otomanos. Actualmente, Jordania es una monarquía parlamentaria. Aunque existe un presidente, éste es elegido por un rey que ejerce su poder sobre el ejecutivo, legislativo y judicial.
El rey Abdullah II es bien parecido. Se dice que tiene una voz grave y la belleza de su esposa Rania contribuye a la construcción de la imagen que su pueblo tanto estima y presume en mantas y rótulos desplegados por todo el país. Según Nasser, en las oficinas y edificios del gobierno, pegar un póster con su imagen puede ser una cortesía. Sin embargo, cuando se despliega en comunidades pequeñas la iniciativa es de la población. Entonces, dado que Jordania está abarrotada de imágenes del rey, uno concluye que el pueblo lo quiere y aprueba.
El país está en constante progreso. Aunque las modificaciones se concluyen con lentitud, los habitantes agradecen los caminos, viviendas y el servicio médico eficiente y disponible para todos. En las calles prácticamente no hay semáforos y es raro escuchar un claxon. A pesar del inmenso número de autos que inundan las avenidas, los embotellamientos son poco comunes: los conductores se permiten el paso entre sí y con ello se facilita el acceso. La gente vive en paz y, si uno proviene de una urbe desordenada y estresante, el ambiente jordano resulta sumamente envidiable.

VI.
Llegamos a Wadi Musa antes de que cayera la noche. El sol comenzaba a ocultarse detrás de unas montañas tan inmensas que resultaba imposible determinar su procedencia o fin. La vista era tan bella que parecía que aquellas elevaciones se habían recostado para descansar, que estaban a punto de dormir bajo una sábana de bruma en medio del desierto.
Wadi Musa es la vía para llegar a Petra. En español, el nombre del pueblo quiere decir valle de Moisés. Está a tres horas de autobús de Amman y en las mañanas, muy temprano, puede escucharse el eco del primer llamado a la oración. El sonido parece un canto que emana de la roca y continua su camino hasta perderse en el horizonte.

VII.
Antes de ingresar a Petra, recibimos unos boletos recién impresos que indicaban que acaban de conmemorarse 200 años del descubrimiento de la ciudad rosa. Nasser nos explicó que sus antiguos habitantes vivían entre tumbas. Aunque no fue edificada por los nabateos, éstos gozaron de su esplendor hasta la conquista romana, durante los primeros siglos de nuestra era.
Para acceder a las tumbas más importantes, primero debe de caminarse a través de un desfiladero que el paso del agua moldeó durante el periodo precámbrico y mide alrededor de un kilómetro de longitud. Una vez dentro, uno se entera de que las tumbas que ahora pueden observarse fueron esculpidas en piedra. Según Nassir, la conservación de la estructuras se debe a que los nabateos creían en la resurrección de los muertos y pensaban que éstos sólo podrían volver a la vida si eran enterrados en sitios que lograron preservarse a pesar del paso del tiempo.
El camino al Tesoro -tumba principal y la primera que se observa al salir del desfiladero- es largo y sinuoso. De la entrada a este sitio hay que caminar 1.5 km. En el camino hay árabes que ofrecen 'taxis' al público en general. En Petra hay tres tipos de taxis: caballos, burros y camellos. Y, aunque la mayoría de los visitantes prefiere caminar, sí hay algunos norteamericanos que aceptan el servicio de animales que probablemente están mal cuidados y alimentados con tal de ahorrarse el desgaste físico.

VIII.
El Tesoro, el más conocido atractivo de Petra, en realidad fue la tumba de un rey nabateo. Recibió su nombre por la creencia de que en su interior existían riquezas y joyas. Sin embargo, éstas nunca se encontraron. En el resto de la zona ya no quedan rastros de viviendas. Por ello, resulta casi imposible saber cómo vivieron. Ahora sólo quedan las tumbas, un teatro y un monasterio al que sólo un atleta, devoto o experimentado viajero puede llegar.
El acceso al monasterio requiere de una hora de caminata entre las montañas. El trayecto es duro: no todos los escalones están en buenas condiciones y el sol es abrasador. Sin embargo, el sacrificio vale la pena. Cuando nosotros llegamos a la cima, pensamos: si Dios realmente existe y estos paisajes fueron algunas de sus más excelsas creaciones, quizá por eso los hombres del pasado subieron hasta aquí para construir un templo y honrarle.
Petra fue completamente deshabitada hacia el siglo IV porque se le consideraba 'impura'. Se mantuvo desierta hasta 1812, en que un arqueólogo británico le descubrió. Hace unos años, que fue declarada Patrimonio de la Humanidad, se reubicó a los beduinos que vivían en la zona y desde entonces se ha mantenido como un destino exclusivamente turístico.

IX.
Fue muy difícil despedirse de Jordania. Estábamos tristes y con ganas de seguir desentrañando los secretos de un mundo que antes nos resultaba intimidante. Destruir los prejuicios que uno lleva tatuados como occidental es difícil. Implica aprender que El Corán no sólo incita a la guerra, sino también a la paz. Conlleva la aprehensión de costumbres que, aunque sea fugazmente, permitan la integración a una sociedad desconocida y distinta.

Ahora que ya no estamos en Jordania, pensamos en aquel país y nos vienen a la mente muchas cosas: sus calles, su historia y sus tradiciones religiosas. También recordamos las sonrisas la expresión de todos aquellos que, sin conocernos, nos hicieron sentir una generosidad y tranquilidad que nunca habíamos experimentado. Recordamos a una mujer de grandes ojos negros y el cabello cubierto, un paisaje de casas de piedra caliza y un atardecer en medio del desierto que nuestros ojos ansían volver a mirar.