–¿Vas a salir en semana santa?
–Sí, me voy a Chicago.
–¡Qué bien! ¿Con quién te vas?
–Sola.
–¿¡SOLA!?
–Sí, sola, sola.
–¿Y no tienes familia allá?
–Nop, nada.
–¿Y no te da miedo?
–No, me gusta estar sola. Además soy medio especial para viajar: no me gusta levantarme temprano nada más para aprovechar el día. Si estoy cansada prefiero dormir porque, si no, no disfruto nada. Y otra cosa, así como me puede dar por pasarme el día entero en un museo, puede que me la pase caminando o de shopping.
–Wow, no pues a mí si me daría miedo irme solo.
II.
–¿Y no te da miedo esta solita allá?
–No, mamá.
–¿Y vas a tomar todos los taxis en el hotel?
–A lo mejor. Si no hay o están más caros, en la calle.
–Ay, hija y ¿sí es seguro?
–Sí, mamá. ¿A dónde crees que voy o qué?
–Oye ¿y cuántas horas van a ser de vuelo?
–Cinco.
–¿Y no te da miedo el avión?
A esa pregunta no respondí. La vi con cara de reproche y se arrepintió de la pregunta.
*
De todo esto concluyo lo siguiente:
- Viajar es una de las cosas que más amo en la vida. Me siento inmensamente feliz de gastarme todos mis ahorros en eso.
- Viajar en solitario es una actividad destinada a puros bichos raros.
- Mi madre nunca superará el miedo a los aviones.
- NO, NO ME DA MIEDO ESTAR NI VIAJAR SOLA.