Mostrando entradas con la etiqueta soledad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta soledad. Mostrar todas las entradas

lunes, 29 de marzo de 2010

Diálogos

I.

–¿Vas a salir en semana santa?
–Sí, me voy a Chicago.
–¡Qué bien! ¿Con quién te vas?
–Sola.
–¿¡SOLA!?
–Sí, sola, sola.
–¿Y no tienes familia allá?
–Nop, nada.
–¿Y no te da miedo?
–No, me gusta estar sola. Además soy medio especial para viajar: no me gusta levantarme temprano nada más para aprovechar el día. Si estoy cansada prefiero dormir porque, si no, no disfruto nada. Y otra cosa, así como me puede dar por pasarme el día entero en un museo, puede que me la pase caminando o de shopping.
–Wow, no pues a mí si me daría miedo irme solo.

II.

–¿Y no te da miedo esta solita allá?
–No, mamá.
–¿Y vas a tomar todos los taxis en el hotel?
–A lo mejor. Si no hay o están más caros, en la calle.
–Ay, hija y ¿sí es seguro?
–Sí, mamá. ¿A dónde crees que voy o qué?
–Oye ¿y cuántas horas van a ser de vuelo?
–Cinco.
–¿Y no te da miedo el avión?

A esa pregunta no respondí. La vi con cara de reproche y se arrepintió de la pregunta.

*

De todo esto concluyo lo siguiente:
  1. Viajar es una de las cosas que más amo en la vida. Me siento inmensamente feliz de gastarme todos mis ahorros en eso.
  2. Viajar en solitario es una actividad destinada a puros bichos raros.
  3. Mi madre nunca superará el miedo a los aviones.
  4. NO, NO ME DA MIEDO ESTAR NI VIAJAR SOLA.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Crónica de una atleta solitaria

En el mundo de los gimnasios, todos son amigos de todos. Los asistentes se saludan de beso, se hacen bromas entre instructores e instruidos, se pasan el teléfono, las parejas se ponen de acuerdo para verse en fines de semana y mujeres esculturales les pasan tips a las desafortunadas gorditas que piensan que, para su mal, existe un remedio alterno a, simplemente, dejar de comer. Yo, en contraste, me caracterizo por preferir ejercitarme en soledad.
Desde hace aproximadamente un mes, le retiré al spinning la exclusividad de mis mañanas y decidí alternar algunos días con pesas y otros aparatos que numerosos miembros utilizan diariamente con envidiable entusiasmo. En medio de este nuevo intento por 'lucir bien', los instructores intentan platicar conmigo y hacerme chistes. Yo, aún a costa de mi voluntad, respondo con actitud de araña y me dedico únicamente a cumplir con mis rutinas. Y si, aunque sea por equivocación, siento que ‘me echan porras’ con una palmadita en la cintura, ya me dan ganas de salir corriendo y esconderme debajo de una mesa.
Hoy intenté dejar mi actitud de ente antisocial y acepté el saludo –de beso, evidentemente– que el maestro del spinning me dirigió y disfruté mis carcajadas cuando el loco se puso a bailar a media clase. ‘Eché el chisme’ con una compañera sobre un instructor que se cree parido por Zeus y sonreí a todo el mundo antes de irme a mi casa. Y no, no estuvo tan mal. Mañana lo intentaré de nuevo.