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jueves, 18 de marzo de 2010

IV.

Inicia la misión Apollo 34378300
La integrante más joven de la redacción CM se despide de su equipo y se convierte en la primera CMita en explorar la galaxia.
EFE - Cabo Cañaveral Florida - 18/03/2010

El mundo está de fiesta. Ayer por la mañana, y tras año y medio de arduo trabajo, María Teresa Hernández Reyes, miembro honorario de la redacción CM, dejó por un tiempo su cómodo escritorio para iniciar una exploración espacial sin precedentes para el mundo editorial. Todo esto con el objetivo de averiguar cuántas estrellas es posible contar desde la ventana de una cápsula espacial que viajará por los alrededores del planeta durante dos años. Los resultados, por supuesto, serán divulgados a su retorno.
La cita fue en el principal centro de actividades espaciales de los Estados Unidos. En punto de la 1 de la tarde, salió disparada la cabina que contenía a la pequeña redactora y a su flamante acompañante: un Neil Amstrong de 79 años que espera conseguir una gloria inusitada en esta última misión de su vida. Hasta el momento, el plan consiste en que Amstrong abandone la nave cuando se alcancen los 65,000 metros de altura y se convierta en el primer humano en sobrevivir a un brinco de semejante magnitud sin fuentes de oxígeno, traje protector contra el frío extremo o paracaídas para el momento del aterrizaje. Al exterior de la diminuta nave –y pese a las insistentes protestas de la CMita– una bandera de rayas blancas, rojas y 50 estrellas acomodadas sobre un recuadro azul les acompañaría en el camino.
“Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para los CMitas”, dijo Amstrong en la última entrevista que dio antes de partir. Bajo el dispositivo que comenzaba a elevarse por los aires, amigos y familiares de la nueva astronauta levantaban pañuelos blancos y decían adiós. “Será la primera periodista espacial de la historia, estamos muy felices por ella”, mencionó su amigo Alejandro.
Desde la mañana de ayer, y hasta su regreso en 2012, la NASA proporcionará una amplia cobertura de la misión. Además del webcast y la constante comunicación que CMita se mantendrá a través de Twitter, la cadena mundial BBC producirá un documental especial de 90 minutos que será transmitido por el canal de National Geographic y será distribuido por todo el mundo a las cadenas nacionales por BBC Worldwide.

-Música: The Kid, cortesía de Charles Chaplin

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Al infinito... Y más allá.

El nuevo trauma se compone de estrellas, planetas, nebulosas, galaxias y polvo. Aunque uno de los principales defectos que le encontraba a las más comerciales películas de ciencia ficción era la elección del espacio sideral como escenario para desarrollar sus historias, hoy no me dejan descansar las perturbaciones que me trae investigar sobre la composición del universo.
Desde que comenzara una línea del tiempo sobre el telescopio (que el jefe me encargó hace como un mes) me he dedicado a catapultar una inmensa cantidad de preguntas a todo medio de comunicación o ser vivo que, considero, podría respondérmelas (Google o un experto de ciencia ficción, pues). Lo peor del caso es que ni siquiera termino de digerir una respuesta cuando ya estoy formulando una nueva duda. Concluyo, entonces, que soy víctima de una terrible enfermedad degenerativa que sólo puede ser denominada como:

‘traumatitis aguda’

Hace más de cuatro años, el choque emocional fue provocado por ‘la muerte del arte’. Luis (creo que mi primer padre intelectual) me metió esa idea en la cabezota y la tuve dando vueltas durante siglos (estoy segura de que eso le pareció a los pobres que ya traía mareados con mis delirios sobre aquel asunto). Además de que de ahí en adelante todos mis trabajos eran argumentaciones sobre tema, discutía con media humanidad intentando hacerles ver que ahora el arte es sinónimo de comercio. Por supuesto, nadie me creyó.
Luego me traumé con Marx, con lo real maravilloso, con Barthes, con la Escuela de Frankfurt, con la simulación, con el psicoanálisis, con el deseo, con el superhombre y, finalmente, con Villoro. De todo eso he escrito y sobre todo eso se han manifestado mis síntomas de traumatitis: comprar libros a lo idiota (sobre el tema de moda, obviamente), pelearme ferozmente con los detractores, pláticas de horas (y café) con S., y devorar información de todo especialista que se atravesase en mi camino. Sin embargo, lo triste de la enfermedad es que, con la misma rapidez con la que se me empiezan a acelerar el cerebro y las pasiones, tiendo a olvidar el conocimiento sobre el que antes me avorazaba... Se pierde –supongo– en algún lugar de donde prácticamente no vuelve a salir.
Hace unos días, la obsesión era la Luna. Como Calígula, yo también estaba (¿sigo?) enamorada de ella; yo también quería poseer lo imposible. La única razón por la que me ahorré un post sobre el tema (obvio le traía ganas desde que terminé de leer la obra de teatro) es porque excederme en el debraye sobre la angustia, la locura y la existencia nada más hubiera terminado por agravar mi traumatitis.

A partir de ayer, el trauma se llama Vía Láctea.
Síntomas de mi incurable enfermedad:
  • Estudiar (de ‘pe’ a ‘pa’, diría, mi abuelita) programas especiales de History Channel.
  • Atacar a A. durante toda una comida para que me explique la vida y muerte de las estrellas (y por qué los protagonistas de Star Trek no flotan cuando están en una nave).
  • Preocuparme pensando cuáles serán los libros que consultaré cuando pase a otra etapa de la investigación.
  • Actualizar mi twitter con cuanto dato curioso se me aparece.
  • Escribir un post sobre el nuevo debraye que me llena la cabeza con polvo de estrellas, miedo a que nos devore el hoyo negro que está en medio de la milky way y cuestionamientos sobre si podemos o no, ser absorbidos por una galaxia cercana a la nuestra.