domingo, 28 de febrero de 2010

De cuando el diploma

Me temblaban las rodillas mientras esperaba que gritaran mi nombre. Me vestí con pantalón y suéter negro porque, según yo, la formalidad de la ceremonia así lo requería. Y, de pronto:

 

–María Teresa Hernández Reyes

 

Entonces Tere se levantó de la silla e intentó caminar rápido. Los pies se tambalearon un par de veces. En vez de echare la culpa a los nervios, prefirió achacarla a los tacones.

Mientras avanzó esos diez o doce pasos hasta el honorable presídium, se acordó del primer día en la universidad; ese en que una mujer de ojos verdes le habló de filosofía y comunicación: de aquél primer momento en que respiró tranquila y aliviada por la certeza de saberse en el lugar correcto. Pensó también en los exámenes, los cientos de ensayos, los libros mágicos que la hicieron mortificarse durante meses, los guiones, las noches sin dormir, las felicitaciones de los maestros que tanto le importaban, los fines de semana perdidos en producciones de cine y esa última clase de su vida: aquella en que C.P. la llamó periodista.

Por tercera o cuarta vez en la mañana, quiso llorar. Se sintió feliz y agradecida por haber pasado los últimos cuatro años y medio enamorada de lo que la mayoría de las personas considera una obligación y una etapa que se busca superar lo más rápido posible. Sintió que no quería irse.

Entonces recibió un diploma que llevaba su nombre y aseguraba que había terminado la carrera de comunicación.

Así fue como Tere dijo adiós. Sonriendo ­y con los pies nuevamente titubeantes –ahora a causa de una inmensa e indescriptible felicidad–, bajó tres escalones revestidos por alfombra oscura. Allá, muy lejos, su familia la esperaba: como ella, también sonreía.

 

4 comentarios:

  1. Felicidades...=)

    Oxscar

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  2. ¡Sí! Felicidades, me da mucho gusto que hayas disfrutado tanto esos 4 años y medio.
    P.S.: totalmente de acuerdo con la elección de outfit.

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