lunes, 1 de febrero de 2010

Éxtasis

Tiene la voz grave. Es sensual, envolvente, fascinante. Surge de entre los coros, se eleva por encima de una oleada de violines frenéticos (o adormecidos) y los opaca con su resonancia. Las vibraciones de sus cuerdas se prolongan de manera sublime.

Mientras se le escucha, casi se imagina al artista –extasiado– creando las espasmódicas elevaciones que seducen hasta sentirse en un abismo donde sólo existe su enronquecido canto.

Continuamente viaja: oscila entre acentos agudos y graves. Respira entre una nota y otra; luego vuelve a elevar su fuerza. Y una mano experta desliza el arco sobre los finísimos hilos que le adornan el exterior del pecho. Y canta; de derecha a izquierda, con sutiles brincos que llevan al que escucha al más profundo gozo, a un estado de absoluto deseo de que continúe.  

Devora, absorbe y su acento es abrasador. Es movimiento. Existe cuando habla, con esa entonación áspera y seductora. Es elegante y adquiere la forma de un líder o un Dios, de un ser del más abismal infierno o de la fantasía. Es arte.

*********************

Se me acabaron las palabras. Me volví rebuscada y cursi; perdón. Lo único que quería era hablar del violonchelo.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario