miércoles, 17 de junio de 2009

Una mujer en la oscuridad

“Estoy solo en la oscuridad, dándole vueltas al mundo en la cabeza mientras paso otra noche de insomnio, otra noche en blanco en la gran desolación americana”.
Un hombre en la oscuridad
Paul Auster

Un ‘verdadero’ escritor sumerge a sus personajes en la cotidianidad, la miseria y los desastres y a la vez los rescata de sí mismos a través de la fascinación de lo imaginativo y de mundos alternos que ‘perfeccionan su existencia’. Es, justamente a través del ensueño, que sus creaciones literarias se perdonan a sí mismas.
Un verdadero escritor captura, dentro de la magia de sus historias, y la mente de sus protagonistas, universos reales e ilusorios para recordar al lector la verdadera forma de vivir de todo ser humano.

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Solo, en la oscuridad, August Brill imagina un mundo en guerra. Dentro de esta invención, que pretende ser ajena a su realidad, un puñado de personas lo señalan como el responsable de su decadencia. A la par, un hombre que yace en el fondo de un pozo, debe asesinarlo para evitar que sus narraciones sigan destruyendo ese pequeño cosmos que se ve amenazado por un conflicto armado sin fin.
Después de 138 páginas, Brill se perdona la vida. Asesina a su asesino y recuerda su historia mientras su nieta lo mira a su lado. Vuelve a satisfacerse y a sufrir a través de sí mismo. Y, aunque la guerra sigue alimentándose dentro de su mente, ha dejado de fantasear con un mago que debe exterminarlo y, a la mañana siguiente, se percata de que el peregrino mundo sigue girando.

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Sola, en la oscuridad, me permito continuar en un estado de vigilia que me obliga a pensar. Doy varias vueltas en la cama y, con los ojos cerrados, sigo viviendo lo que creo que, durante el día, ha sido mi vida. Me sonrío, me felicito, me humillo, me castigo y, algunas pocas veces, me perdono.
Cuando alejo a alguien de mi vida, me permito soñarlo para seguirme mortificando con la culpa de no tenerlo o, en otras ocasiones, para exonerarme y dejar que mi ingenio le construya una existencia a mi lado que, por unos segundos, me satisfaga.
Hay veces, sin embargo, que casi estoy segura de que no tengo consuelo y no me basto a mi misma para remediar lo irremediable. Entonces juego. Me invento, en la penumbra, una experiencia que me salve o me condene; que me redima o me extermine. Y no es sino hasta el día siguiente que abro los ojos y, bajo la luz que me llega desde la ventana, que me convenzo, finalmente, de que el peregrino mundo sigue girando.

1 comentario:

  1. Sí, el ensueño es el rincón del consciente en el que podemos redimir lo irredimible o aniquilar lo indeleble, donde ese peregrino mundo puede cambiar de dirección o incluso dejar de girar a nuestro antojo. Es el lugar donde habitan las meras fantasías que nos estancan y, también, el lugar donde reside la chispa de creatividad que moldea vidas. Pero, ¿en verdad está ese peregrino mundo ajeno al rincón del ensueño? ¿No es en sí la razón de la existencia de ese rincón y, por tanto, una parte inherente de esa creación?
    Ese hombre en la oscuridad no sólo construye la guerra interminable dentro de su imaginario, sino que también alimenta la angustia que lo abruma en su mundo y va peregrinando de una realidad a otra hasta que la línea que las divide pierde toda definición. De igual manera, la mujer en la oscuridad se inventa y reinventa, por dentro y por fuera y día tras día, de tal manera que el mundo construye su ensueño, pero su ensueño construye también al mundo.

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