sábado, 6 de junio de 2009

Perseguida

Los celulares son una amenaza; pueden volverte loco.
Cuando sabes que bastaría con apretar el botón de send para realizar una llamada prohibida, te sientes ansioso y, en una palabra, ‘perseguido’.
No quieres (¿o sí?) y no debes acercarte a él. Lo sabes (¿en serio?). Aún así, el espantoso artefacto está esperándote en el buró, la cama o cualquier otro mueble que decore espacio en el que te encuentras. Su nombre está ahí. Peor, también está su número y te invita a marcarlo.
Finalmente, según tu, te resignas. Pero el monstruo te sigue acosando. Ahora ya no quieres llamar. En su lugar, te la vives esperando que te llamen. Ansias verlo vibrar, sonar o que destellen sus foquitos multicolores (verde, en mi caso) para avisarte que esa persona te está buscando al otro lado de la línea (¿eso aplica en los celulares?). Nunca suena y, cuando lo hace, revisas neuróticamente la pantalla esperando ver un nombre que te haga sonreír. Evidentemente, nunca es el que esperas.
Así que sigues viendo la tele, intentando distraerte, o, en su defecto, escribiendo para canalizar tu neurosis y no volverte loco porque te persigue un celular negro que te observa por encima de un libro.

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