jueves, 8 de julio de 2010

Cosas de niños

Hubo una vez en que creí que las caricaturas eran personas reales. Cuando vi a la mujer que prestaba la voz para Ariel, la pequeña sirenita, le dije a mi papá: “¡Mira, papi! Se pintó el cabello de rubio y ahora tiene chinos!”. Evidentemente, mi padre sólo me sonrió y me acarició la cabeza.
Hubo una vez en que me encontré un billete de $50 en la chamarra de la escuela y compré toda la comida que pude en la tiendita. Allá cuando el Olinca tenía su propia moneda y había que formarse (y perder casi todo el recreo) para cambiar tu dinero tradicional por boletitos. Todo en aquellos viejos –viejísimos– tiempos en que los molletes costaban $2,50, las sincronizadas $4.00 y esperabas a salir de clases para correr por un frutsi congelado antes de irte a tu casa a las 2:30 de la tarde.
Hubo una vez en que compré una caja de leche Alpura para que todos y cada uno de los renos de Santa Claus no tuvieran sed después de salir de mi casa y dejar los regalos. Bajo el árbol también puse galletas y me sentí orgullosa de ser una buena anfitriona. No se me ocurría otra manera de agradecerles las mañanas más esperadas del año. Si no probaban la comida que les dejaba, me sentía completamente abatida e inútil.
Hubo una vez en que me creí sirena. Terminando de desayunar, la enamorada de las aguas brincaba a la alberca (a escondidas de la madre que decía que podía ahogarme y morirme por no esperar suficiente tiempo) y el Rey Tritón la alcanzaba poco después para jugar con ella durante cuatro o cinco horas. Eran esos tiempos en que nada los separaba y en el mundo no había amor más grande que el de padre e hija.

Y cómo extraño todas esas cosas.

2 comentarios:

  1. Muy lindo post...debo reconocer que me agrado leerlo...y eso que no me gustan las cosas tiernas....=)

    Saludos

    Osxcar

    ResponderEliminar
  2. Uy, los viejos tiempos...
    Gracias por el comment jeje
    ¡Saludos!

    ResponderEliminar