sábado, 28 de noviembre de 2009

(sin título)

Se me olvidaba que existen los amores secretos.

Tampoco me acordaba de:

  •        Las maripositas en la panza.
  •        Los (casi) celos absurdos de que bese a alguien más (aún cuando uno también tenga pareja).
  •         Los chistes malos provocados por los nervios.
  •     Las miradas (que te cacha o te devuelve sin desviar la cara) que te hacen bajar la cabeza por la amenaza de que se dé cuenta de que tu corazoncito brinca por él de vez en cuando.

Se me habían olvidado, ya desde hace mucho, esas esporádicas fascinaciones (que uno guarda y no le dice más a que a una que otra persona) que pueden provocar esos afectos que uno sabe irrealizables. Son –simplemente– imposibles, indeseables. Se gozan porque no rebasan el plano de lo imaginativo. Son divertidos porque no requieren esfuerzo alguno para ‘hacerlos evolucionar’. Son optimistas porque nunca acarrearán reclamos ni sueño rotos. Basta con el cosquilleo y las sonrisas de vez en cuando. Ni siquiera se espera que evolucionen. Causan placer de sentirlos así, lejanos y con el futuro clausurado. No le roban el amor a alguien más, no confunden, no hacen sufrir y no arruinan la relación de los involucrados.

Se me olvidaba que existen los amores secretos, las tontas ganas que dan de escribir sobre ellos y las preguntas que flotan intermitentemente para saber si el otro también sonríe traviesamente ante un saludo mañanero al que, sin embargo, jamás se le permitirá cobrar demasiada importancia.  

1 comentario:

  1. Tu entrada me recordó algo, lo mismo. Y me sugiere una respuesta a la pregunta de la chica de una de tus clases.
    Te hablo y te cuento.

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