viernes, 30 de octubre de 2009

Anticristo

Conseguí la nueva película de Lars Von Trier porque, entre otras cosas, los periódicos la llamaron misógina y pornográfica.
Detesto a los cineastas que, por jugar al artista, transgreden ‘por transgredir’. Así, sin ninguna ideología que sustente sus películas pero con sexo y majaderías al por mayor, simplemente, porque existe un estándar que denomina las características antes mencionada como ‘cine de arte’. Odio, en pocas palabras, la falta de contenido en un medio que aspira a la criticidad pero que muchas veces se reduce a la técnica.
Cuando terminé de ver la película me di cuenta de que la crítica estaba radicalmente equivocada: Anticristo es profundamente filosófica en cuanto a la reflexión que expresa sobre las características humanas.
A grandes rasgos, habla de una pareja que pierde a su hijo y cuya vida se destroza por la culpa: lo dejaron morir a causa del placer. Algunos ubican la cinta como una analogía del génesis. Yo, ignorante del tema, simplemente la considero una efigie de la escencia del hombre.
El remordimiento les devora la razón. En la mujer, la animalidad se expresa a través de agresiones brutales hacia su marido y la ablación de su propio clítoris. Él, por su parte, carga con sus excesos hasta que termina por matarla. Juntos llegan a la aniquilación total: de la razón, del perdón, de la fe y de ellos mismos. El crimen que cometieron es imputado por ellos y para ellos y ahora, en el afán por reprimir el deseo mismo del que se acusan, desmembran –lenta y dolorosamente– su existencia.
Ayer fui a cenar con S. Hablamos del tema y concluimos que la cinta resulta detestable porque expresa aquello que todo el mundo evade o ignora. También me preguntó si no había perdido la fe en la humanidad. Le respondí que no: sigo sin perderla. Claro que somos malos por naturaleza (¿será por eso que hasta disfruto del estremecimiento provocado por contemplar esa desgracia del alma humana?) pero también es evidente que todos jugamos a convivir en sociedad.
Definitivamente, no somos el superhombre propuesto por Nietzsche, aún somos incapaces de construir un sistema de valores propio que, sin embargo, no reprima nuestras pasiones y deseos. Sin embargo, tampoco somos los animales presentados por Von Trier en la película: la represión sigue condicionándonos y permitiendo que mantengamos una vida que se adapte a las convenciones sociales.
No sentí miedo ni me traumé con Anticristo; al contrario. Por muy macabro que resulte admitirlo, me sentí sumamente atraída y fascinada por sus argumentos y su psicología. En medio de la decadencia de sus imágenes, para mi representa una única posibilidad de que el hombre exista, a través de su monstruoso comportamiento, gracias a estos 104 minutos de celuloide.

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