martes, 11 de agosto de 2009

(sin título)

Éramos unos niños. Es la única manera de explicarme que yo no me arrepienta de nada.
Yo no tuve pérdidas. Al menos mientras él lo perdió todo, claro está. Después se me fue la vida. Se me escurrió de las manos con esa última llamada desde el aeropuerto y con todos los días que pasaba las horas llorando.
Cuando alguien me pregunta si lo extraño, le digo que no. Y es la verdad. Dejé de extrañarlo hace mucho tiempo. Me duele, sin embargo, mi dolor, acordarme de las tardes tristes y las mañanas sin alma. Me duele el pasado de vigilia, de falsa culpa y de viejos fantasmas. Me duele, además, que aunque sigan pasando los años, pueda lastimarme con un párrafo en que explique se arrepiente del tiempo conmigo.

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