jueves, 25 de agosto de 2011

XVI.

Que ganas de aferrarme los brazos de Eolo, de ser inmune a las inclemencias gravitacionales y emprender un viaje hasta el único cuerpo planetario en el que llueven diamantes. Si así fuera en la Tierra, el oscurecimiento del cielo dejaría de ser temido y la inundación de una vialidad –con potencial de trastornarse más que La Autopista del Sur– dejaría de ser una preocupación para los ciudadanos. Todos los paraguas estarían diseñados para resistir granizo que, en la escala de dureza de Mohs, llegaría al nivel diez. Sombrillas blindadas y una sinfonía de gemas brillantes azotando sus superficies. El objeto de deseo degradado, el fin de Tiffany & Co. como lo conocemos y de las tan tradicionales pedidas de mano.
Qué ansias de dejarme envolver por un viento que viaje 80 veces más rápido que las ráfagas tropicales terrestres y caer en lo profundo de uno de los cráteres de Hiperión. Amarrarme a la cintura un hilo invisible que me mantuviera atada al eje de rotación del satélite y correr por la superficie porosa de la única luna en la que las jornadas pueden durar 12, 26, 35 o 68 horas. Desconocimiento del día y la noche: el método infalible para hallar nuevas formar de dormir. Confeccionar el único calendario que no podría venderse en tiendas de autoservicio porque jamás estaría suficientemente terminado.
Qué deseos tan grandes de volver el tiempo atrás, a bordo de una nave que viaje más rápido que la luz –o a través un agujero de gusano en el techo de mi cuarto– para llorar ante la descomposición de los 318 huesos del tiranosaurio que dio fin a una era bajo una lluvia de ácido sulfúrico. Traería de vuelta un daguerrotipo para inmortalizar al último cuello largo que se alimentó de las copas de los árboles. Valor de 65 millones de años garantizado. Sería inmune a los terremotos, incendios y al hollín que le tapó la vista al Sol y cubrió al globo de una noche perpetua. Luego treparía a un pterodáctilo que hiciera escala en los 27 kilómetros de altura del Olimpo marciano y volvería a casa para decorar mi estudio con sus alas fosilizadas y cubiertas de polvo estelar.

4 comentarios:

  1. Este post da la impresión de surgir de la mezcla de café, coca cola, trabajo en exceso y muchas horas de desvelo....=)


    Saludos redactora


    Oxscar

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  2. Más bien de pura pasión por el cosmos :)
    Saluditos, Oxscar.

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  3. Yo opero una máquina del tiempo, y me gusta cuando con ella puedo hacer las ideas una realidad. ¡Hay lugares! ; )

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