martes, 1 de marzo de 2011

Apuntes sobre la evolución

Mucho se ha especulado sobre la posible y futura desaparición de ciertos órganos del cuerpo humano. Algunos ignorantes han planteado la fantasía de un porvenir sin meñiques en las manos o sin un solo dedo en los pies. La realidad es que prácticamente ningún biólogo evolucionista serio apoya esta idea (lo sé porque me lo dijeron algunos de los mejores del mundo cuando escribí un artículo sobre evolución).
Para mi desgracia, he comprobado que algunas partes del organismo resultan ridículamente indispensables y dudo que algún día lleguen a desaparecer: créanme, es imposible vivir si las yemas de los dedos medios de la mano.
Hoy me magullé el apéndice medio de la extremidad unida a mi antebrazo derecho. Donde antes solo existía una capa de epitelio ectodérmico –y huellas dactilares que podían apreciarse a simple vista– hoy se conserva una desagradable ampolla henchida de sangre. Y no, el problema no es su aspecto repulsivo, sino el dolor que provoca tan pronto entra en contacto con algo que no sea una sutil corriente de aire. Tiempo después del accidente, encontré el sufrimiento lavándome el cabello en la regadera, vistiéndome, enchinándome las pestañas con una cuchara, escribiendo un mensaje en el celular y tecleando en la computadora del trabajo. Por esa minúscula e insignificante herida, siento el tejido caliente y punzante, como si tuviera un corazón dentro y a punto de estallar.
Según los estudiosos de las teorías de Darwin, el cuerpo humano jamás perderá un órgano que sea necesario para subsistir. Hoy el gimnasio me llevó a convertirme en empirista y a creer en un mañana en el que los hombres del futuro podrán perderlo todo pero sin duda conservarán intactas las yemas de los dedos medios de las manos.

3 comentarios:

  1. Jajaja. Lo más raro es que las heridas aparentemente más chiquitas son las más latosas; una quemada de lengua o un afta en la boca. Cualquier cortada de papel...

    Sobre los órganos imprescindibles, ese tercer ojo que las mamás parecen tener en la parte de atrás de la cabeza y que les permirte regañarte cuando están manejando y estás peléandote con tus hermanos en el asiento de atrás sí podríamos evitárnoslo, ¿no crees?

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  2. Así con las heridas. Recuerdo que cuando eran niño (uuuuuuuhhh); quizá como de 4 años me hice una cortada en un dedo. Y para que no me rascara la costra me comentaron "si te sigues rascando se te va a salir la vida"... Imaginase Redactora....el trauma continua.....ja ja ja


    Saludos

    Oxscar

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