jueves, 30 de diciembre de 2010

Yo también lloré con Titanic

Por vergonzoso que parezca, debí de formarme unas 10 o 12 veces en la taquilla de un cine que exhibía el más grande éxito de 1997: Titanic. Yo tenía 11 años, me había enamorado de Leonardo Di Caprio y en las noches pensaba que si hubiera una máquina del tiempo para viajar al pasado, me hubiera gustado ser una de las pasajeras de ese trasatlántico durante el único viaje que intentó realizar con destino a Nueva York.
Cursilerías y escenas gastadas aparte. En ese entonces, Titanic era un monstruo del cine. Si no logré ver la película esas 10 o 12 veces desde una butaca fue porque los boletos se agotaban (en efecto, no era la única desquiciada). La diferencia conmigo (sí, conmigo siempre hay una diferencia) es que el drama romántico no me parecía lo más relevante de las más de tres horas de filmación (es decir: no lloraba por los rincones cantando My heart will go on y pensando en el amor perdido de Rose).
Me gustaba, por principio, la música. El disco de James Horner fue el primero que escuché en materia de soundtracks y cuando le solté una cachetada a la ladrona que se atrevió a sacar mi tesoro de mi lonchera de Hello Kitty me sentí orgullosa: estaba defendiendo lo mío. La melodía era mar, era viento, era la majestuosidad del barco. Hacia el final de la cinta, era drama. “La gente no llora por los viejtos abrazados en la cama y la mamá que duerme a los niños”, pensaba mientras yo también berreaba. “Llora por la música”.
En otro plano, me impresionaba la magnitud del accidente. Más de dos mil almas y en el barco no había botes salvavidas ni para la mitad. A mi suicida y perturbada figura además le inquietaba el agua fría. Cuando salía de vacaciones con mis papás y tenía que lanzarme a una alberca helada me decía: “Aguántate, hubo gente del Titanic que logró sobrevivir al hielo del Atlántico Norte”.
Luego añádase la crisis de mirar a la ‘muerte a la cara’. "Te vas a morir en una hora y ni el lujo ni la tecnología podrán salvarte. La nave más cercana está a cuatro horas de aquí ¿Cómo la ves?". La inmediatez del ‘fin’ me intrigaba. “¿Por qué el capitán no se quiere salvar, papá”, pregunté con los ojos bien abiertos. “El capitán siempre se hunde con su barco, amor”. ¿En serio? ¿Y los músicos con sus violines? Pues no, morirse ahogado no me hacía el más mínimo sentido.

Hace 14 años que fui al cine a ver Titanic. Ya no estoy enamorada de Di Caprio y hasta me resulta un poco triste que en el cielo de Rose esté un hombre con el que solo convivió cuatro días (y con el que tuvo sexo una sola vez) en lugar de elevarse a un paraíso donde compartiera la eternidad con el esposo con el que construyó una vida entera. Los efectos especiales ya no me parecen espectaculares y el remate musical, en voz de Celin Dion, se ha vuelto una triste melodía gastada y parodiada por innumerables medios de comunicación. Aún así, pareciera que el monstruo romántico que James Cameron ideó hace más de una década comienza a conmoverme. ¿Será que me estoy volviendo vieja y cursi?

3 comentarios:

  1. Los detalles de la lonchera de Hello Kitty, lo de los músicos con sus violines y lo de la alberca de agua helada se roban la película...o mejor dicho el post....=)


    No creo que te estes volviendo vieja y cursi... preocupate cuando las cosas ya no te conmuevan......ahí si te estaras volviendo vieja..ja ja ja..cuantos tienes ..25?... vieja para nada...=P

    Saludos

    Oxscar

    P.D....Un muy feliz inicio de año..=)

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  2. Jejejeje Me faltó una anécdota que me recordó mi papá el otro día. Un día apliqué el: I'm flying! (léase, pararme en la punta de un bote) en el Cañón del Sumidero...

    Saludos!

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  3. Es muy viejo este post!! pero si alguien lo ve, yo pienso que para su época (1997) Titanic fue una obra maestra!!, algo majestuoso que sigue sorprendiendome hasta el dia de hoy° en serio!! que peliculísima tan mas chingonsisima

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