martes, 18 de mayo de 2010

VI.

Habrá que olvidarse de la posibilidad. Fue ella, y sólo ella, quien eligió la renuncia, el conformarse con las noches de música y el razonamiento sobre el porvenir por encima de la totalidad.
Nunca dejarán de hablar de la vida juntos, pero sólo lo harán como una triste suposición de lo que nunca será y como un ideal dolorosamente lejano y ausente. Les bastarán las sonrisas ocasionales, las fantasías irrealizables y la contemplación de circunferencias brillantes que ella jamás lucirá en el dedo anular de la mano izquierda.
En una mañana común, ella admirará a una desconocida. La odiará por el atrevimiento que ella desearía tener. Se odiará por no ser como ella y se culpará por el miedo; ese maldito miedo de siempre.

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