domingo, 10 de julio de 2011

La patita fea

A mediados del S. XIX, Hans Christian Andersen escribió el cuento de ‘El Patito Feo’. En la narración del escritor danés, un cisne bebé va a dar a una comunidad de patos que, tan pronto nota las diferencias existentes en ‘el extranjero’ lo hace sentir rechazado y fuera de lugar. El ‘patito feo’, completamente abatido, sale huyendo e intenta encontrar un nuevo lugar ‘para pertenecer’. En un país en el que el pasaporte prácticamente dice: aquí se comen tacos, aguantamos la salsa verde y nos gusta el fútbol, un patito feo viene siendo el que no se adapta a la convención y, en pocas palabras, al que le importa un bledo si el balón entra o no a una portería durante un encuentro de 90 minutos.
Yo soy, abiertamente, una patita fea. Mi papá me enseñó de música, de libros, de anatomía, de bebidas alcohólicas, de modales en la mesa (y fuera de ella), de cómo manejar en las calles mexicanas, de viajes, de idiomas y de religión. Sin embargo, tristemente –o muy tristemente, dirían algunos– no me enseñó ni una pizca de fútbol. La cosa es que este deporte me desespera, me aburre, me duerme, me hace cuestionarme infinidad de ideas cuando lo que se supone que debería de hacer es alienarme del mundo y llevarme a un éxtasis como el de Santa Teresa de Ávila. Ay, padre mío, en un México que vive, respira, bebe y fuma fútbol, tu falta de apasionamiento y la consecuente herencia que me has dejado me ha condenado a vivir en la mismita miseria que el ave del Andersen.
Por esta desastrosa diferencia hay quien me ha olvidado, ignorado y rechazado. Mis gustos extraños (música extraña en su mayoría) han sido motivo de burlas, cejas levantadas e incomprensión. Pero ni modo ¿qué se le hace? Si he vivido 25 años soportando miraditas compasivas cuando digo que no ingiero nada de picante porque empiezo a sudar, siento que se me quema la lengua y casi termino por llamar a los bomberos, supongo que podré seguir sobreviviendo a mi condición de patita fea en un país futbolero y tricolor.
El cuento de Andersen termina con un patito que descubre que no es patito, sino cisne. Caminando solitario por los alrededores de un estanque, encuentra a una mamá cisne con otros bebés cisnes que dejan de mirarlo como el mismísimo Anticristo en Tierra Santa. Con lluvia y todo, quizá valga la pena salir a caminar por ahí. Qué tal que la fantasía supera a la realidad y encuentro a una comunidad que me adopte y me lleve de vuelta a ese país en donde la indiferencia por el esférico y los 22 que lo persiguen sea ‘lo común’ y un mexicano perdido que se desgarre las vestiduras por encontrar un boleto para ver una final en el estadio sea el patito más feo de todos los patitos feos que han habitado la Tierra.

3 comentarios:

  1. Yo soy también, abiertamente, un patito feo... Y siempre voy a preferir serlo antes que convertirme en otro borreguito tricolor. : )

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  2. Borreguito Tricolor...buena puntada...=)

    Football....entre eso y la telenovelas la televisión le vacia el cerebro a los mexicanos...=(...por eso prefiero el Baseball.....=)


    Redactora anduve por su ciudad...todo muy bien... excepto el metro...ahi tienes que entrar "con los tacos por delante"...ja ja ja

    Saludos

    Oxscar

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