viernes, 18 de septiembre de 2009

Fawkes the phoenix

Nos une la magia que ha creado para el cine y para nosotros. Me gusta observarlo mientras estoy contigo. No me importa sentirme ignorante mientras sé que tu lo comprendes todo. Antes de que mire a sus músicos e inicie una pieza, tu ya conoces los sonidos que romperán la espera y el silencio. Por eso, tu también haces magia.

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Lo miro saliendo de la ventana de un hombre de barba blanca que viste una bata azul cielo –de seda– que le llega hasta los talones. No mira hacia abajo porque no siente miedo. Casi cierra los ojos cuando siente que el viento le pega en la cara. Extiende sus alas, de color escarlata y destellos dorados, y rápidamente las contrae en ágiles movimientos que continúan elevándolo hasta un cielo hermosamente despejado.

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Aquí, en la Tierra, observo a un artista que sostiene una batuta blanca. Como aquél que espera en el despacho, desde donde el ave emprendió el vuelo, es un mago. Lo miro, de frente a su orquesta, y sonrío cuando se recarga en el barandal negro que aguarda a que su mano izquierda escape a sus espaldas.
Sigo en la Tierra, pero no dejo de pensar en el fénix. Sigue volando, fuera de esta realidad, a través de los acordes de los violines fantásticos que en esa noche me elevaron a otro mundo perfecto y etéreo. Entonces la música me hace creer en lo imposible: que habrá una tercera noche para volver a encontrarme con la magia y que existe un fenix que, con sus lágrimas, vendrá para cobijarme mi curar todas mis heridas.

2 comentarios:

  1. Creo que esto es algo de lo más hermoso que has escrito. Me dan ganas de volar a mí también.

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