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domingo, 24 de mayo de 2009

Más que suficiente

Hoy encontré la felicidad en un mail y en un sandwich de Johnny Rockets.
Debo confesarlo: hay días en que se me patina el cerebro y me gustaría ganarme un Nobel, comprarme el coche que me de la gana o casarme con un príncipe. Hoy no.
Hace unas horas, me bastaron las 30 líneas de un mail y una comida acompañada por malteada de fresa –y papas a la francesa– para decirme, sencillamente: “estoy muy feliz”.
Pero claro, luego me doy cuenta de que la felicidad es frágil y me da miedo perderla. Entonces empiezo a pensar demasiado: en cómo puedo conservarla, en cuánto tiempo la tendré conmigo, en cómo salir adelante si se escapa y, de un momento a otro, dejo de disfrutarla.
Cuando me canso de pensar, sigo trabajando, fumando y escuchando música. Se me olvida el miedo, soy feliz de nuevo y, entre una y otra cosa, sonrío simplemente de acordarme de esos momentos –que fueron simples y cotidianos– pero que me hicieron sentir tan plena como para recordarlos en un post.