['Salaam Alaykum' es un saludo árabe
que quiere decir 'vengo en paz']
I.
Me
resultaba imposible imaginar cómo sería Jordania. No sabía nada de su paisaje desértico ni de su infinitud de
casas de piedra caliza. No sabía de las sonrisas de los jordanos ni de la belleza del
alfabeto árabe.
Aterrizamos
en Amman a las seis de la tarde. Nos recibió un hombre joven llamado Ali.
Dijo que llevaba sólo tres meses estudiando español pero se comunicaba con
nosotros con una facilidad que nos hizo creer que llevaba años de práctica. Fue el primero de
muchos jordanos que se dirigió a nosotros en nuestra lengua materna.
Alí nos dejó en manos de un chofer que nos
llevó al
hotel y, desde cuya camioneta pudimos observar la desaparición del sol en medio del
desierto. Nunca habíamos presenciado un espectáculo similar. Desde aquel
camino pudimos apreciar, a simple vista, la masa incandescente antes de
perderse tras el horizonte.
II.
En
Jordania se bebe limonada con menta. Es fresca y dulce, ideal para acompañar un tazón de yogur con pepino y un plato de carne de cordero sobre una cama de arroz.
En una
mesa jordana siempre hay sandía de postre. Lo común es acomodar trozos triangulares sobre un platón con hielo y luego servir a
los comensales. Algunos fuman hookah de sabores para acompañar la fruta. Otros beben café.
El café árabe tiene un sabor muy
peculiar. Sabe a desierto y a bienvenida. Huele a generosidad. Siempre se sirve
en poca cantidad, es gratuito y se le ofrece a los viajeros para simbolizar una
buena disposición al
recibimiento.
III.
Amman es
del color de la arena. Las azoteas de las casas no poseen superficies
uniformes, sino varillas que rebasan los techos. Nasser –nuestro guía– dijo que las irregularidades
obedecen a que, cuando un hijo se casa, el padre suele ofrecerse a añadir un nuevo piso a la casa
para que el matrimonio se mude ahí mientras consigue recursos para formar su propio hogar.
En las
calles de Amman desfilan misterios femeninos cubiertos por mandiles o burkas.
Los primeros son utilizados por las mujeres que sólo buscan ocultar su cabello y
los segundos por las musulmanes radicales que sólo dejan sus ojos a la vista.
La decisión de
lucir uno u otro depende de cada mujer, de lo apegada que se sienta a su religión. A nosotros se nos explica
que, en realidad, la función del recubrimiento es proteger del calor.
Los
hombres también se
cubren la cabeza. El pañuelo que llevan se llama kufiyya y está coronado por un aro doble de
color negro. Las kufiyya rojas son jordanas, las negras palestinas y las
blancas para eventos de gala o aquellos que ya visitaron La Meca. Nosotros
volvimos a casa con una kufiyya roja. Fue un regalo que nos hace sonreír ahora que estamos tan lejos
de ahí.
IV.
Los
matrimonios entre musulmanes pueden ser muy duraderos. Mousa –un taxista que nos guió por la ciudad durante el último día de nuestra estancia– nos dijo que un creyente del
Islam no mira a otras mujeres siempre que haya paz en su hogar. Dijo que a un
musulmán le
gusta cuidar a su mujer porque ésta también le cuida.
Para la
mirada occidental, la desigualdad entre hombres y mujeres –practicantes del Islam– es evidente. Por ejemplo, mientras
que ellos pueden divorciarse a través de la palabra (decir: "me divorcio de ti", es
suficiente ante la ley), ellas deben acudir a un juez y señalar las causas del divorcio.
Una vez finalizado el trámite, ambos pueden volver a casarse sin problema alguno.
Los árabes aprueban el matrimonio
entre hombres musulmanes y mujeres que practiquen otra religión. Sin embargo, hay una ‘cláusula’ que debe cumplirse: el hijo
de ambos deberá ser
educado bajo la ley islámica. Las musulmanas, en cambio, sólo pueden casarse con varones
que, como ellas, guíen sus vidas por el Islam.
Según Mousa, las familias
prefieren tener hijas en lugar de hijos. ‘Todo el mundo sabe’ que cuando los varones forman su propio hogar, visitan a
sus padres una vez cada dos o tres años. Las hijas, en cambio, tienen la obligación de volver al menos una vez
al mes. Para el infortunio de Mousa, él y su esposa -con la que lleva 25 años de casado- sólo tuvieron cuatro varones.
V.
El árabe es el idioma oficial de Jordania.
La segunda lengua es el inglés porque el país estuvo dominado por los británicos hasta 1946. Hasta antes
de la independencia, el control de la nación perteneció a los turcos otomanos. Actualmente, Jordania es una
monarquía
parlamentaria. Aunque existe un presidente, éste es elegido por un rey que
ejerce su poder sobre el ejecutivo, legislativo y judicial.
El rey
Abdullah II es bien parecido. Se dice que tiene una voz grave y la belleza de
su esposa Rania contribuye a la construcción de la imagen que su pueblo tanto estima y presume en
mantas y rótulos
desplegados por todo el país. Según Nasser, en las oficinas y edificios del gobierno, pegar
un póster
con su imagen puede ser una cortesía. Sin embargo, cuando se despliega en comunidades pequeñas la iniciativa es de la
población. Entonces,
dado que Jordania está abarrotada de imágenes del rey, uno concluye que el pueblo lo quiere y
aprueba.
El país está en constante progreso. Aunque
las modificaciones se concluyen con lentitud, los habitantes agradecen los
caminos, viviendas y el servicio médico eficiente y disponible para todos. En las calles prácticamente no hay semáforos y es raro escuchar un
claxon. A pesar del inmenso número de autos que inundan las avenidas, los embotellamientos
son poco comunes: los conductores se permiten el paso entre sí y con ello se facilita el
acceso. La gente vive en paz y, si uno proviene de una urbe desordenada y
estresante, el ambiente jordano resulta sumamente envidiable.
VI.
Llegamos
a Wadi Musa antes de que cayera la noche. El sol comenzaba a ocultarse detrás de unas montañas tan inmensas que resultaba
imposible determinar su procedencia o fin. La vista era tan bella que parecía que aquellas elevaciones se
habían
recostado para descansar, que estaban a punto de dormir bajo una sábana de bruma en medio del
desierto.
Wadi Musa
es la vía
para llegar a Petra. En español, el nombre del pueblo quiere decir ‘valle de Moisés’. Está a tres horas de autobús de Amman y en las mañanas, muy temprano, puede
escucharse el eco del primer llamado a la oración. El sonido parece un
canto que emana de la roca y continua su camino hasta perderse en el horizonte.
VII.
Antes de
ingresar a Petra, recibimos unos boletos recién impresos que indicaban que
acaban de conmemorarse 200 años del descubrimiento de la ‘ciudad rosa’. Nasser nos explicó que sus
antiguos habitantes vivían entre tumbas. Aunque no fue edificada por los nabateos, éstos gozaron de su esplendor
hasta la conquista romana, durante los primeros siglos de nuestra era.
Para
acceder a las tumbas más importantes, primero debe de caminarse a través de un desfiladero que el
paso del agua moldeó durante el periodo precámbrico y mide alrededor de un
kilómetro
de longitud. Una vez dentro, uno se entera de que las tumbas que ahora pueden
observarse fueron esculpidas en piedra. Según Nassir, la conservación de la estructuras se debe a que
los nabateos creían en
la resurrección de
los muertos y pensaban que éstos sólo podrían volver a la vida si eran enterrados en sitios que
lograron preservarse a pesar del paso del tiempo.
El camino
al Tesoro -tumba principal y la primera que se observa al salir del
desfiladero- es largo y sinuoso. De la entrada a este sitio hay que caminar 1.5
km. En el camino hay árabes que ofrecen 'taxis' al público en general. En Petra hay
tres tipos de taxis: caballos, burros y camellos. Y, aunque la mayoría de los visitantes prefiere caminar, sí hay
algunos norteamericanos que aceptan el servicio de animales que probablemente
están mal
cuidados y alimentados con tal de ahorrarse el desgaste físico.
VIII.
El
Tesoro, el más
conocido atractivo de Petra, en realidad fue la tumba de un rey nabateo. Recibió su nombre por la creencia de
que en su interior existían riquezas y joyas. Sin embargo, éstas nunca se encontraron. En
el resto de la zona ya no quedan rastros de viviendas. Por ello, resulta casi
imposible saber cómo
vivieron. Ahora sólo
quedan las tumbas, un teatro y un monasterio al que sólo un atleta, devoto o
experimentado viajero puede llegar.
El acceso
al monasterio requiere de una hora de caminata entre las montañas. El trayecto es duro: no
todos los escalones están en buenas condiciones y el sol es abrasador. Sin embargo,
el sacrificio vale la pena. Cuando nosotros llegamos a la cima, pensamos: si
Dios realmente existe y estos paisajes fueron algunas de sus más excelsas creaciones, quizá por eso los hombres del
pasado subieron hasta aquí para construir un templo y honrarle.
Petra fue
completamente deshabitada hacia el siglo IV porque se le consideraba 'impura'.
Se mantuvo desierta hasta 1812, en que un arqueólogo británico le descubrió. Hace unos años, que fue declarada
Patrimonio de la Humanidad, se reubicó a los beduinos que vivían en la zona y desde entonces
se ha mantenido como un destino exclusivamente turístico.
IX.
Fue muy
difícil
despedirse de Jordania. Estábamos tristes y con ganas de seguir desentrañando los secretos de un mundo
que antes nos resultaba intimidante. Destruir los prejuicios que uno lleva
tatuados como occidental es difícil. Implica aprender que El Corán no sólo incita a la guerra, sino
también a
la paz. Conlleva la aprehensión de costumbres que, aunque sea fugazmente, permitan la integración a una sociedad desconocida y
distinta.
Ahora que
ya no estamos en Jordania, pensamos en aquel país y nos vienen a la mente
muchas cosas: sus calles, su historia y sus tradiciones religiosas. También recordamos las sonrisas… la expresión de todos aquellos que, sin
conocernos, nos hicieron sentir una generosidad y tranquilidad que nunca habíamos experimentado. Recordamos
a una mujer de grandes ojos negros y el cabello cubierto, un paisaje de casas
de piedra caliza y un atardecer en medio del desierto que nuestros ojos ansían volver a mirar.