jueves, 14 de abril de 2011

Festejos del cuarto de siglo

Hoy inicia el último festejo de mi llegada al cuarto de siglo. Y sí, tan predecible como soy, tomaré un avión con destino a París. Habiendo degustado mi típica crepa de azúcar, y en un ridículo intento por comprobar que soy digna de esa ‘adultez’ a la que se supone que he llegado, también me llevo a mi hermana a festejar sus 15 primaveras al Viejo Continente. Para cumplir su fantasía romántica (y la mía, debo admitir), celebraremos a bordo de una góndola en Venecia y complaceremos a mi madre trayéndole una máscara veneciana como recuerdo de nuestro andar por Italia.
Seré honesta: las festividades por un cumpleaños no son realmente ‘mi onda’. Se conoce de sobra mi condición de ‘araña’. Tengo pocos amigos y no soy fanática de las salidas nocturnas hasta embrutecerme y vomitar. Aún así, este año tuve muchas ganas de conmemorar la llegada a los 25. ¿El cuarto de un siglo? ¿En serio? Y yo que todavía me acuerdo de cuando mi mamá me llevó al kínder por primera vez y la dejé en la puerta llorando mientras yo corría para integrarme a la clase. Me acuerdo, también, de los veranos encerrada viendo películas y de cuándo no ganaba un peso y tenía que pedirle a mi papá que me comprara algo. No me olvido de cuando salía de la escuela a las 2:30 de la tarde ni de los 20 peluches con los que me dormía en la noche para que no me diera frío. Pienso, con nostalgia, en mis primeros tacones, en la primera vez que me maquillé y en esa primera vez en la que el tiempo se detuvo –sí, expresión cliché directamente extraída del cine hollywoodense– y alguien me besó. Veo, tan nítidamente como si tuviera una fotografía entre las manos, mis lágrimas del último día de clases de la prepa, mi mención honorífica en la universidad y la primera vez que vi un artículo mío publicado en una revista. Qué cursi.
Todos los festejos obedecen a esas memorias: he tenido una vida maravillosa. Con sus altas y bajas, no hay un solo momento que me gustaría borrar.
Me voy a terminar maleta, pendientes y escuchar que mi madre me diga: cuidado en el avión, cuidado con el dinero, cuidado con lo que comes, cuidado con el pasaporte, cuidado con la gente en la calle, cuidado en los vagones del metro, cuidado con dejar sola a tu hermana, cuidado con...